jueves, 13 de diciembre de 2012

Violeta Ortiz

Violeta no es ni guapa ni fea, ni alta ni baja, ni gorda ni flaca. Es Violeta. Lo que no es Violeta es simpatica. Ni agradable. Ni cariñosa. En su diccionario no existen frases como "Te Quiero", ni siquiera "Te echo de menos", a lo sumo de lo resume en un solo punto suspensivo. Es diferente, especial, pero no me pregunteis por qué, porque realmente no lo se ni yo.
Apareció un día en la tienda. Con su jefa. Resulta que habian habierto una drogueria a dos calles de mi establecimiento y vinieron a presentarse. Sólo hablaba su jefa, ella estaba en un discretisimo segundo plano. De hecho creo que no le caí excesivamente bien. Y sinceramente, yo tampoco me fijé mucho en ella. Pasaron los meses y nos cruzabamos por el pequeño pueblo. Nos saludabamos al pasar y siempre se metia conmigo cada vez que yo iba despeinado o sin gomina. Yo, que soy un poco fresco, y la vergüenza la perdí hace mucho tiempo, le contestaba al oido que lo llevaba sin gomina porque a las mujeres con las que estaba le encantaban tirarme de él mientras se extremecian de placer. Ella decía que ya sería menos. Por aquel entonces ella estaba prometida con un constructor de un pueblo vecino, venido a menos con el que me llevaba la tira de años de novios. No recuerdo muy bien como, yo tenia su telefono y ella el mio y comenzamos a escribirnos a escondidas de su novio y de Cata. pero por circustancias, la cosa se enfrió y ella dejó incluso hasta de saludarme. Pero pasaron los meses, ella quedó soltera, y le dieron mi móvil de nuevo, porque según parece lo había perdido con anterioridad, o había cambiado el suyo, o no se que otra movida. La cuestión es que un día, al salir de su tienda en su flamante coche, pero en dirección contraria, casi nos matamos porque ibamos a chocar de forma frontal. Me fulminó con la mirada (encima de todo), y sólo le faltó sacarme el dedo. Al día siguiente, me crucé con ella en el pueblo y le dije : "Eh, a ver si llevas más cuidado que te vas a matar con el coche". Se giró, me miró con insolencia, se volvió a girar, y sin mediar palabra, se fue. Al día siguiente, le envié un Whatsapp. Vas echa una loca, lleva más cuidado. Y a partir de ahí comenzamos a hablar de nuevo. A los dos dias, me pilló a mi en Finisterre, en un día de ocio, y le dije: ¿Has cerrado la tienda? ¿Nos vemos y tomamos algo? Recógeme en la puerta del cuartel de la guardia civil de Finisterre.
Llegó, me monté en su flamante escarabajo de color rojo, y ahí comenzó todo...

Cómo era yo, antes de Violeta.

Violeta... ¿Qué demonios le pasará a Violeta por el seso ahora mismo? ¿Estará trabajando? ¿Estará Whatsappeando con otro chico? ¿Pensará en mi de vez en cuando? ¿Me odiará? ¿O simplemente le soy indiferente (que por supuesto, es mucho peor a que me odie)?
Bueno, pues como iba contando en la presentación, además de llamarme Matias, Mati para los amigos, y tener 33 años, os voy a contar alguna cosa más. Estoy casado y tengo una niña de 3 años. Catalina es mi mujer, o eso dicen un papel que firmamos hace tiempo. Mi niña, mi hija, mi tesoro, mi vida, y lo más bonito que he contemplado jamás se llama Julia, y no levanta ni un palmo del suelo.
Trabajo en una tienda de ultramarinos, de esos que no vienen ya de ultramar, sino de alguna fábrica cercana ya que es rollo delicantessenn regionales. No es muy grande, unos 40 metros cuadrados, más un pequeño almacén que da mucho de sí. El dueño, realmente es el señor Jesús. Yo le estoy muy agradecido, porque me deja hacer y deshacer a mi antojo, y sólo me regaña cuando me salgo mucho del camino, como si fuera una oveja y el mi pastor, cosa que le agradezco profundamente, porque si no, sería un perdido quizá. Soy el encargado de dicha tienda. El encargado, el de seguridad, el reponedor, el contable, el chico de la limpieza, etc, porque estoy solo aquí. Mis clientes son de lo más peculiares, y por aquí se pasa mucha gente, amigos, conocidos y desconocidos. Los que en realidad se dejan la "pasta gansa" son los desconocidos, que suelen ser extranjeros, o al menos de fuera de Galicia. Como ahora mismo, que acaba de marcharse un señor de Barcelona con un quesó exquisito en su bolsa.
Mi vida era una vida normal, con mi trabajo, mis amigos, mi familia, Catalina, y Julia. Para el resto del mundo, Catalina y Matias eran la perfecta pareja, simpaticos, buena gente, y que se querian un montón. Y quizá durante años fuera así. Luego vino Julia y lo colmó todo de alegria. Pero la relación poco a poco se iba desgastando, más, y más... y para rematar la faena, apareció. Violeta. Violeta Ortiz.

El fin de este lío...

La historia es que, como a casi todo el mundo, me pasan cosas. Y necesito contarlas. No pretendo que alguien me conteste, ni me de consejo, sólo contarlo. Porque lo necesito. Vamos, lo que viene siendo un diario de toda la vida, pero sin candadito dorado.
Además, voy a aprovechar para realizar un experimento sociológico. No voy a publicitar este blog. No creo que nadie llegue a leerlo nunca, salvo que por casualidades del destino, alguien vaya buscando otra cosa en la red, y aparezca esto. Si es así, y le apetece, tendría que leerlo. Y si entonces le gusta, porque a la gente parece que le gusta seguir la vida de los demás, tendría que contarselo a alguien, y ese alguien a otro alguien, y así sucesivamente. Y si no, pues no pasa nada, porque de hecho, el blog se llama "Un Diario Escondio".
He pensado en escribir un libro, un libro que fuera una mezcla entre mis memorias y lo que me pasa a diario en esta vida tan simple y tan compleja que tengo. Pero me la una pereza de la leche. También he pensado en abrirme una cuenta en Twitter, porque aunque sea de un pueblo pequeño cercano a Finisterre, no quiere decir que lleve boina y vea la tele en blanco y negro. Aunque si que llevo un Casio en la muñeca de lo más vintage. Pero en Twitter soy más vulnerable y fácil de encontrar... y tampoco me interesa. Por tanto, antes de seguir leyendo, y de ir a por la próxima entrada, ya sabe usted que es con lo que se va a encontrar, con mi vida. Con la pasada, y con la presente.

CUANTO HACE QUE NO TENGO UN DIARIO...

Pues eso, que ya no se cuanto tiempo hace que no tengo un diario, pero puede ser que sean décadas. Lo primero que creo que debo de hacer es presentarme, y seguidamente realizaré una seria declaración de intenciones.
Mi nombre es Matías. Matias del Val. Nacido, criado, adiestrado, casado, y demás acciones que se realizan en la vida en un pequeño pueblo gallego, desde dónde les escribo, cercano, muy cercano a Finisterre, pero bastante más pequeñito. Tengo 33 años, ni bien, ni mal llevados, simplemente 33 años...